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miércoles, 1 de mayo de 2013

La Cebolla Interuniversal




La Cebolla Interuniversal


Esto que les voy a contar, trata sobre mis recientes, o debería decir antiguas experiencias con los súper poderes. Todo esto ocurrió… va a ocurrir dentro de unos cuantos de años.
Resulta que en aquel momento yo era un pibe común y corriente, mi vida no era más interesante que la tuya o la de tu vecino (a menos que tu vecino practique deportes extremos), mis días se limitaban a los percances y las alegrías cotidianas, al estudio, al añoro, a la música, al chocolate. Pero todo cambió cuando decidí, por capricho, comer cebolla.
Sí, cebolla, cruda, entera, darle un mordisco a la cebolla. ¿Por qué se me ocurrió esa desbaratada idea? no lo sé, pero lo hice, y gracias a eso descubrí este poder.

Verán, así como la cebolla tiene sus capas, el tiempo y el espacio se construyen de manera similar, en realidad todo lo que existe por debajo y arriba de este preciso momento, son capas, capas y capas de tiempos relativos y paralelos a este, todas concatenadas y direccionadas unas a otras, cada capa es un momento en una desencadenación específica de resultados lumínico-dinámicos, pero bueh, no los voy a complicar tanto con los tecnicismos, la cuestión es que al morder una cebolla, y comerme unas cuantas de sus capas, logro atravesarlas, y saltar de una capa a otra, de un tiempo a otro, y comerme en sí, al tiempo. Las cebollas me permiten trasladarme de un tiempo a otro, pero lamentablemente también, de un resultado dinámico a otro.

¿Qué quiere decir esto?
Que sí, genial, me como una riquísima cebolla (con el tiempo les tomé el gustito), pero no tengo poder de decisión absoluto sobre en qué tiempo, y sobre todo, en qué dimensión me piensa dejar, la cebolla me puede dejar en una dimensión resultado donde, por ejemplo, Cristóbal Colon no haya colonizado América, y el resultado sería que nada de lo que conozco existiría de la forma tal y como hoy existe, por lo tanto puedo terminar en cualquier verdura, irónicamente, porque como verán, la noción de tiempo de un astronauta de la cebolla, es muy distinta a la conocida por cualquiera, el tiempo no sólo va para atrás o para adelante, sino que sube y baja, rota y crece, y se achica, y te hace los ojos llorosos.

Esta capacidad auto-descubierta, este poder increíble, sin embargo, me ha traído muchas desventajas a lo largo del tiempo, o del espacio, o… en fin, mi relación con las mujeres ha sido desastrosa. Es que, como se imaginarán, mi particular aliento espanta cualquier libido, y esto no puedo evitarlo, necesito comerme una cebolla entera para poder viajar de aquí para allá.
En una época decidí dejar la cebolla y convertirme en alguien responsable, ya saben, asentar campamento, vivir una época, quedarme donde estaba, pero el intento resultó todo un fracaso, es que estaba en los años ’70, en un universo paralelo, donde la madre de Bob Dylan había muerto de joven atragantada por una semilla de girasol, y Bob nunca había nacido, esto desencadenó brevemente en que la música del momento no era para nada agradable a mis oídos. Definitivamente, aprendí mucho sobre influencias musicales en la historia gracias a mis viajes, así que en cuestión, no pude soportar un mundo sin mi movida musical, decidí irme.

28 cebollas después de eso, conocí a esta chica, Hcutgfadtrh, una chica hermosa, a pesar de su nombre, resulta que en este resultado dimensional, en esta realidad paralela que estaba visitando, no se había llegado nunca en la historia a descubrir la fonética natural, la gente hacía esfuerzos inmensos para poder hablar entre consonantes, y por lo tanto, las personas y las cosas eran prácticamente impronunciables.
Hcutgfadtrh era una mujer muy interesante, le encantaba el Gfrrk (Jazz) y sabía tocar diariamente el bfeshooxc (saxofón), pero lo que más me atraía de ella era su tremenda Jrsupuss (capacidad intelectual), teníamos visiones de la vida muy parecidas, y a ella para nada le molestaba mi aliento a cebollas frescas. Por las tardes solíamos musicalizar nuestras ideas y plasmarlas en grabaciones, y un fin de semana cada tanto, íbamos al bar del centro, el Wiitdmrbrs, y las interpretábamos para el público. Nos gustaba salir al patio en las noches y marcar dibujos sobre la superficie de la luna con nuestros rayos de ultra protones, ya que en esta realidad, los rayos de ultra protones de alto alcance venían incorporados en cada teléfono celular.
Fue una época muy linda mientras duró, pero con el pasar de los meses, se me tornó realmente difícil el contacto, me costaba mucho llamarla por su nombre, o por cualquier sinónimo o seudónimo de éste, y me costaba así también relacionarme con cualquier persona para cualquier tarea cotidiana, con el tiempo logré enseñarle a decir perro y servilleta.
Así y todo, supe mantener mi cordura en un mundo de garabatos impronunciables, y pude subsanar esto con el amor de Hcutgfadtrh. Hasta ese fatídico día…
Fuimos invitados a una cena por los 30 años de la primera PerrrGqrew (a decir verdad, no tengo idea qué es esto) de la ciudad, realmente una fiesta hermosa, gente muy buena e interesante, música y humoristas geniales, nunca les entendí un chiste, pero su sola gesticulación valía por ellos mismos, y la comida era riquísima… aaaah, la comida… desdichado día en que el cocinero del salón decidió agregarle cebolla deshidratada a esa salsa de atún y tomate con la que me preparé aquel sanguche.
Momentos después de ingerir el bocado, empecé a sentir de nuevo esa vieja sensación cebollosa de moverse a través del tiempo y el espacio. Sí, esa característica sensación llorosa del viaje interuniversal solitario que me aquejó alguna vez. Mi poder había tomado tanto vuelo, que el sólo hecho de ingerir un poco de aquella cebolla deshidratada, fue suficiente para transportarme automáticamente a una era distinta, en un espacio distinto, en un resultado distinto, y nunca más volví a verla…
Ahora me encuentro en esta realidad, 1981, quizá por suerte todo está en orden y tranquilo, no hay demasiadas rarezas dimensionales, sólo una peculiaridad, por alguna razón evolutiva o genética, las cebollas no existen.
Quizás sea una señal, quizá sea una manera del destino de demostrarme que éste era mi punto final, la llegada última, el último salto, éste era mi momento, mi hogar, ya no puedo viajar a través de las infinitas capas del universo, ya no puedo visitar a Vivaldi, o acompañar en una tocata a Shostakovich, o a los grandes músicos del espectralismo, o a Bohr, o a Einstein, o al Tato Bores, ya no voy a poder comerme unas facturas con Sábato ni jugar al tejo en la playa con Nick Drake, o debatir de peronismo con Engels. Pero tal vez así es como debía ser, por más infinito que el universo sea, el ser humano está altamente limitado, por sus propias capas de cebolla.

Ahora me voy, ya que tengo un concierto en pocos minutos. Es que, verán, no podía quedarme con las manos vacías, tomé ventaja sobre este último viaje mío, y teniendo en cuenta mis conocimientos sobre el futuro advertí  al tal John Lennon de su asesinato el año pasado, salvándole la vida, así que me despido y me voy, que los muchachos de Los Beatles (Los Porchis en esta realidad) ya me esperan detrás del escenario.
A veces uno se pregunta, qué es lo que nos hace llorar más, si las capas de una cebolla, o las propias que nos esconden.

FIN

-Nicolás Bella