La Cebolla Interuniversal
Esto que les voy a contar, trata sobre mis recientes, o
debería decir antiguas experiencias con los súper poderes. Todo esto ocurrió…
va a ocurrir dentro de unos cuantos de años.
Resulta que en aquel momento yo era un pibe común y
corriente, mi vida no era más interesante que la tuya o la de tu vecino (a
menos que tu vecino practique deportes extremos), mis días se limitaban a los
percances y las alegrías cotidianas, al estudio, al añoro, a la música, al
chocolate. Pero todo cambió cuando decidí, por capricho, comer cebolla.
Sí, cebolla, cruda, entera, darle un mordisco a la cebolla.
¿Por qué se me ocurrió esa desbaratada idea? no lo sé, pero lo hice, y gracias
a eso descubrí este poder.
Verán, así como la cebolla tiene sus capas, el tiempo y el
espacio se construyen de manera similar, en realidad todo lo que existe por
debajo y arriba de este preciso momento, son capas, capas y capas de tiempos
relativos y paralelos a este, todas concatenadas y direccionadas unas a otras,
cada capa es un momento en una desencadenación específica de resultados
lumínico-dinámicos, pero bueh, no los voy a complicar tanto con los
tecnicismos, la cuestión es que al morder una cebolla, y comerme unas cuantas
de sus capas, logro atravesarlas, y saltar de una capa a otra, de un tiempo a
otro, y comerme en sí, al tiempo. Las cebollas me permiten trasladarme de un
tiempo a otro, pero lamentablemente también, de un resultado dinámico a otro.
¿Qué quiere decir esto?
¿Qué quiere decir esto?
Que sí, genial, me como una riquísima cebolla (con el tiempo
les tomé el gustito), pero no tengo poder de decisión absoluto sobre en qué
tiempo, y sobre todo, en qué dimensión me piensa dejar, la cebolla me puede
dejar en una dimensión resultado donde, por ejemplo, Cristóbal Colon no haya
colonizado América, y el resultado sería que nada de lo que conozco existiría
de la forma tal y como hoy existe, por lo tanto puedo terminar en cualquier
verdura, irónicamente, porque como verán, la noción de tiempo de un astronauta
de la cebolla, es muy distinta a la conocida por cualquiera, el tiempo no sólo
va para atrás o para adelante, sino que sube y baja, rota y crece, y se achica,
y te hace los ojos llorosos.
Esta capacidad auto-descubierta, este poder increíble, sin
embargo, me ha traído muchas desventajas a lo largo del tiempo, o del espacio,
o… en fin, mi relación con las mujeres ha sido desastrosa. Es que, como se
imaginarán, mi particular aliento espanta cualquier libido, y esto no puedo
evitarlo, necesito comerme una cebolla entera para poder viajar de aquí para
allá.
En una época decidí dejar la cebolla y convertirme en
alguien responsable, ya saben, asentar campamento, vivir una época, quedarme
donde estaba, pero el intento resultó todo un fracaso, es que estaba en los
años ’70, en un universo paralelo, donde la madre de Bob Dylan había muerto de
joven atragantada por una semilla de girasol, y Bob nunca había nacido, esto
desencadenó brevemente en que la música del momento no era para nada agradable
a mis oídos. Definitivamente, aprendí mucho sobre influencias musicales en la
historia gracias a mis viajes, así que en cuestión, no pude soportar un mundo
sin mi movida musical, decidí irme.
28 cebollas después de eso, conocí a esta chica,
Hcutgfadtrh, una chica hermosa, a pesar de su nombre, resulta que en este
resultado dimensional, en esta realidad paralela que estaba visitando, no se
había llegado nunca en la historia a descubrir la fonética natural, la gente
hacía esfuerzos inmensos para poder hablar entre consonantes, y por lo tanto,
las personas y las cosas eran prácticamente impronunciables.
Hcutgfadtrh era una mujer muy interesante, le encantaba el
Gfrrk (Jazz) y sabía tocar diariamente el bfeshooxc (saxofón), pero lo que más
me atraía de ella era su tremenda Jrsupuss (capacidad intelectual), teníamos
visiones de la vida muy parecidas, y a ella para nada le molestaba mi aliento a
cebollas frescas. Por las tardes solíamos musicalizar nuestras ideas y
plasmarlas en grabaciones, y un fin de semana cada tanto, íbamos al bar del
centro, el Wiitdmrbrs, y las interpretábamos para el público. Nos gustaba salir
al patio en las noches y marcar dibujos sobre la superficie de la luna con
nuestros rayos de ultra protones, ya que en esta realidad, los rayos de ultra
protones de alto alcance venían incorporados en cada teléfono celular.
Fue una época muy linda mientras duró, pero con el pasar de
los meses, se me tornó realmente difícil el contacto, me costaba mucho llamarla
por su nombre, o por cualquier sinónimo o seudónimo de éste, y me costaba así
también relacionarme con cualquier persona para cualquier tarea cotidiana, con
el tiempo logré enseñarle a decir perro y servilleta.
Así y todo, supe mantener mi cordura en un mundo de garabatos
impronunciables, y pude subsanar esto con el amor de Hcutgfadtrh. Hasta ese
fatídico día…
Fuimos invitados a una cena por los 30 años de la primera
PerrrGqrew (a decir verdad, no tengo idea qué es esto) de la ciudad, realmente
una fiesta hermosa, gente muy buena e interesante, música y humoristas
geniales, nunca les entendí un chiste, pero su sola gesticulación valía por
ellos mismos, y la comida era riquísima… aaaah, la comida… desdichado día en
que el cocinero del salón decidió agregarle cebolla deshidratada a esa salsa de
atún y tomate con la que me preparé aquel sanguche.
Momentos después de ingerir el bocado, empecé a sentir de
nuevo esa vieja sensación cebollosa de moverse a través del tiempo y el
espacio. Sí, esa característica sensación llorosa del viaje interuniversal
solitario que me aquejó alguna vez. Mi poder había tomado tanto vuelo, que el
sólo hecho de ingerir un poco de aquella cebolla deshidratada, fue suficiente
para transportarme automáticamente a una era distinta, en un espacio distinto,
en un resultado distinto, y nunca más volví a verla…
Ahora me encuentro en esta realidad, 1981, quizá por suerte
todo está en orden y tranquilo, no hay demasiadas rarezas dimensionales, sólo
una peculiaridad, por alguna razón evolutiva o genética, las cebollas no
existen.
Quizás sea una señal, quizá sea una manera del destino de
demostrarme que éste era mi punto final, la llegada última, el último salto,
éste era mi momento, mi hogar, ya no puedo viajar a través de las infinitas
capas del universo, ya no puedo visitar a Vivaldi, o acompañar en una tocata a
Shostakovich, o a los grandes músicos del espectralismo, o a Bohr, o a Einstein,
o al Tato Bores, ya no voy a poder comerme unas facturas con Sábato ni jugar al
tejo en la playa con Nick Drake, o debatir de peronismo con Engels. Pero tal
vez así es como debía ser, por más infinito que el universo sea, el ser humano
está altamente limitado, por sus propias capas de cebolla.
Ahora me voy, ya que tengo un concierto en pocos minutos. Es
que, verán, no podía quedarme con las manos vacías, tomé ventaja sobre este
último viaje mío, y teniendo en cuenta mis conocimientos sobre el futuro advertí
al tal John Lennon de su asesinato el
año pasado, salvándole la vida, así que me despido y me voy, que los muchachos
de Los Beatles (Los Porchis en esta realidad) ya me esperan detrás del
escenario.
A veces uno se pregunta, qué es lo que nos hace llorar más,
si las capas de una cebolla, o las propias que nos esconden.
FIN
-Nicolás Bella
